En el circo de Quinta no es necesario encontrar payasos que utilicen sus dotes para hacer que el público ría a carcajadas. No es necesario ver malabaristas porque los que habían están de descanso o han renunciado a mostrar sus habilidades. No es vital cobrar las entradas porque los espectadores son pocos, escasos. A casi nadie le interesa el espectáculo, ni siquiera las promociones para motivar el ingreso de público. No hay animales que admirar pues los ahuyentaron a golpes.
Ese circo, el de Quinta, el que se anunció a comienzos de años como una gran atracción, se presentó ayer por última vez en esta temporada. El mismo circo que puso a acróbatas a dejar a un lado lo que sabían para dedicarse a realizar otras funciones menos habilidosas.
El circo se despidió como un equipo de quinta.
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