martes, 10 de abril de 2012

Tiburón de trapo



Soy un gran seguidor del Junior. No lo niego.

Desde hace más de treinta años que me corre la sangre tiburona y mi corazón late más fuerte cada vez que los rojiblancos, el equipo de mi tierra, sale al gramado a disputar un partido en cualquier cancha.

Muchas peleas familiares me a costado ver un partido de Junior, pues amar al fútbol en donde el equipo local sucumbe de la Liga es difícil,  y hasta he dejado a un lado otros tipos de diversión solo por presenciar su juego. Solo pienso en Junior y nada más. Soy un zombie!

Este domingo observé el primer tiempo por televisión del juego Junior - Millonarios y ante el marcador adverso decidí salir del hermetismo y se me ocurrió apoyarme de la tecnología para no perder mi emoción y disfrutar con mi familia.

Tomé el control del DVR y puse a grabar el partido con la esperanza de un remonte del marcador. Inhabilité todas las redes sociales en el dispositivo celular para no conocer ninguna acción del juego que me perturbara. Desconectado completamente del juego salí de mi casa a despejar la mente ante la paliza que nos daba en el primer tiempo el conjunto Millonarios. En cuarenta y cinco minutos ya los azules habían celebrado en tres ocasiones.

Llegué a un restaurante con mi familia y mientras departíamos, un joven contiguo a nuestra mesa revisaba su celular y le dijo a sus compañeros: "Minuto 70. Junior 1 Millonarios 3".Se me vino el mundo encima, me daño la emoción del juego, me dañó la vivencia de por lo menos la mitad del segundo tiempo. Afortunadamente le sirvieron la cena y dejó de chequear su móvil o si lo hizo no vociferó más el resultado del encuentro en el Estadio Metropolitano.

Al salir del restaurante pasé por un sitio muy popular en Santa Marta en donde existe un local de venta de quesos, famoso por ser bajos en sal. Y decidí comprar unas cuantas libras del derivado del lácteo. Sin bajar del vehículo traté de hacer el pedido. Pero no me percaté que Blas Pérez, el vendedor, estaba vestido con camiseta del Junior y tapaba su cabellera con una gorra rojiblanca, quién al verme me gritó. !Nojoda, perdimos!. Enseguida todos los que estaban en el auto se rieron pues ninguno esperábamos tal reacción. Sinembargo lo contrarresté con un rápido encargo para que no continuara con el tema puesto que ya sabiendo el resultado no quería conocer el marcador final ni las incidencias del juego pero cuando me traía el pedido quiso como llorar: Nojoda, 3-1 y en casa. No es justo, por Dios!

Si, se me dañó toda la ilusión de ver a Junior ganar y continuar en el grupo de los ocho mejores de la liga. Estos tipos me mataron la ilusión de ver remontar el marcador adverso. Ninguno tuvo culpa de nada. Ellos querían expresar sus sentimientos, los cuales están ahogados en este año.

Junior pasó en dos meses de ser un gran tiburón, que mordía ferozmente a cada contrincante a un tiburón de trapo con poco relleno y el cual todo equipo pisotea.  

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